BLANCA OLAYA

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Este es un espacio exclusivo de temáticas de Educación Religiosa, teniendo en cuenta que se ha tenido que trabajar desde casa en tiempos del coronavirus. El contenido del blog está tomado de la colección Emaús, camino de esperanza, de Educación Relgiosa. La finalidad es facilitar el acceso de los estudiantes a estos conocimientos en estos tiempos cuando la pandemia nos ha tenido confinados.

martes, 18 de mayo de 2021

 LA RELIGIÓN PROPUESTA DE SENTIDO

El diccionario de la Real Academia Española define la religión como "conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración  y el sacrificio para darle culto".

Pero esa definición tropieza con el problema de que algunas religiones orientales muy antiguas (por ejemplo, ciertas formas de budismo) son ateas, se ocupan más del ser humano o de la naturaleza que de Dios, sus fundadores no se presentaron nunca como enviados de Dios sino como maestros espirituales y ellas mismas son escuelas de sabiduría más que "iglesias".

Solucionaríamos la dificultad, si en vez de aplicar el verbo religare a la relación del ser humano "con Dios", lo aplicáramos a la relación del ser humano con lo que Rudolf Otto, en su libro Lo Santo (1917), llamó "el Misterio". Esa categoría incluye, evidentemente, al Dios de los monoteísmos, pero también a las diferentes realidades con las cuales las diversas religiones  pretenden religar a sus adeptos. Otto califica el Misterio de "tremendo y fascinante" simultáneamente. "Tremendo", porque ante esa realidad el ser humano descubre su pequeñez: ante la plenitud del ser del Misterio se siente "polvo y ceniza" (Gn 18, 27) y ante la santidad augusta del Misterio se siente pecador. Pero el Ministerio es a la vez "fascinante" porque maravilla y deslumbra al ser humano.

El Misterio, por definición, es una realidad que está más allá de la experiencia humana. Por lo tanto, el ser humano sería incapaz de entrar en contacto con el Ministerio si éste no tomara la iniciativa de manifestarse de algún modo.

LA RELIGIÓN INSTRUMENTO DE SALVACIÓN

El Concilio Vaticano II, en Nostra Aetate número 1, afirma que toda experiencia religiosa responde parcialmente a las preguntas vitales: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es es sentido y el fin de la vida humana? ¿Qué es el bien y qué es el mal? ¿De dónde proviene el sufrimiento y cuál es su finalidad? ¿Cuál es el camino para alcanzar la verdadera felicidad? ¿Qué es la muerte? ¿Hay algún juicio y retribución después de la muerte? ¿Cuál es el misterio último e inefable que rodea a nuestra existencia? ¿De dónde venimos y a dónde vamos?

Las religiones pueden otorgar luces, iluminar el sentido de la vida humana y de las sociedades. Ser capaz de ver alguna razón en el sufrimiento lo hace más tolerable a la hora de soportarlo, ver que la muerte no es el fin del camino es preferir los bienes trascendentales a los materiales. Por tanto, los comportamientos éticos y cívicos, la importancia de crear una sociedad donde no haya injusticias ni atropellos, tienen sentido si la vida misma tiene sentido. Que el ser humano no termine con la muerte, lo hace apreciar la vida, no sólo la suya, sino la de todo ser vivo, la de la naturaleza. 

La religión se centra en el Misterio, pero ¿Cómo acercarnos al Dios que no vemos, sino a través del "otro", "del prójimo", de la persona que sí vemos? La vida adquiere sentido cuando se sale "de si" para ir al encuentro del otro, que interpela y cuestiona la propia existencia: conocerlo, ayudarlo, construir juntos una sociedad de bien.

domingo, 30 de agosto de 2020

JESÚS Y EL REINO DE DIOS

 

UN ANUNCIO DE LIBERACIÓN



Cuando Jesús comienza su predicación, lo primero que hace es anunciar la llegada del Reino de Dios: “El plazo se ha cumplido, El reino de Dios está llegando. Conviértanse y crean en el evangelio”. (Mc 1, 15).

El anuncio de Jesús no solo es una buena noticia para el pueblo en general que espera su liberación sino, también, para aquellos que dentro del pueblo son marginados y sufren el rechazo de las autoridades religiosas porque sus vidas no son conforme a la ley. Frente a la dureza de los sumos sacerdotes y los fariseos, Jesús se hace cercano y los acoge, mostrándole el amor a Dios que está por encima de toda ley, incluso la ley religiosa. En vez de la ley, Jesús pone en el centro de su predicación el amor y la compasión de Dios. Ante personas heridas como los pecadores, los enfermos, los niños y las mujeres, Jesús deja claro que Dios quiere la felicidad de todos y un mundo donde se dé la justicia, la libertad, la igualdad, la solidaridad, la paz, la compasión y el perdón.

Con sus palabras y sus gestos, Jesús muestra que el Reino de Dios se hace presente no por medio de la fuerza y del poder sino por la humanidad y la entrega a los demás. Jesús no vino a ser servido sino a servir. Por ello, deja claro que el que quiera ser más importante debe ser más servidor. Además, denuncia las injusticias y la dureza de aquellos que se creen mejores y ponen las normas por encima de las personas. Vive desde la compasión, la misericordia y el perdón. Defiende a los débiles y a los que son rechazados. Libera a los que están oprimidos, cura a los enfermos, da de comer a los que pasan necesidad. De esta forma, dedica su vida hasta entregarla, por la construcción de una nueva sociedad con unos valores distintos que ponen a la persona y su dignidad en el centro de todo.

¿CUÁL ES EL PROYECTO DE VIDA DE JESÚS?

 

EL PUEBLO ESPERABA UN MESIAS

El pueblo de Israel había vivido una historia llena de opresiones y esclavitudes: primero, en Egipto; después, en Nínive y Babilonia. Después de haberse establecido en su tierra, sufrieron la invasión de los imperios más fuertes del momento: el persa, el griego y el romano. En esta situación de dominio extranjero y de injusticia social, el pueblo esperaba la llegada de un personaje que lo liberara de la esclavitud y le trajera la salvación. A este personaje lo llamaban Mesías.

La palabra mesías (en griego christós) es hebrea y significa ungido, es decir, aquel sobre el cual se hace alguna señal con aceite para indicar el carácter de su dignidad. Según la Biblia, Dios elige a ciertas personas para realizar una misión especial. A ellas, a veces, se les unge la cabeza con aceite, como signo de elección divina.

 

UN HOMBRE LLAMADO JESÚS

Cuanta la Biblia que al llegar la plenitud de los tiempos, en Belén, la ciudad de David, nació Jesús. Su infancia y juventud pasaron inadvertidas para sus contemporáneos. Cuando detuvieron a Juan el Bautista, Jesús comenzó a proclamar la buena noticia del reino de Dios. Decía: “El plazo se ha cumplido. El Reino de Dios está llegando. Conviértanse y crean en el evangelio”. Fue entonces cuando sus contemporáneos comenzaron a conocer a Jesús. Peregrinó por tierras de Galilea, Samaría y Judea. En Jerusalén fue apresado y ejecutado en una cruz.



 

JESÚS, UN MESÍAS DISTINTO AL ESPERADO

Jesús no se presentó como un Mesías triunfante ni como un caudillo militar. No hizo uso de la fuerza ni utilizó su poder para convencer a los demás de que creyeran en Él. Jesús no promovió una rebelión contra los romanos ni pretendió restaurar la monarquía del rey David.

Nadie esperaba un mesías pobre y humilde, ni mucho menos, que el mismo Dios se hiciera presente en la historia de los seres humanos. Y, sin embargo, todo el proceso de revelación de Dios que está plasmado en la Biblia llega a su cima con Jesús, que nos muestra definitivamente a Dios.

 

Y LES DIJO EN PARÁBOLAS MUCHAS COSAS

Jesús fue dando a entender lo que era el Reino mediante parábolas. Las parábolas son un género literario compuesto de relatos, historias cortas, claras, sencillas, que usan analogías, personajes y situaciones conocidas para transmitir una enseñanza religiosa o moral fácil de comprender y de recordar. El vocablo parábola proviene del griego paraboleu, que significa “poner cosas a la par”, lo que permite comparar. No son fábulas, todos los elementos son reales y creíbles, no hay ficción.

Las parábolas de Jesús se hallan casi exclusivamente en los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas (Llamados también Sinópticos). Suelen comenzar así: “El Reino de Dios se parece a…”; sin embargo, a veces no incluyen esa introducción pero de igual modo hablan del Reino. Al narrar escenas familiares, imágenes de la vida ordinaria, se logra la atención del público, la cual se incrementa al ir introduciendo contenidos ricos y amplios; se otorga así, una perspectiva sorprendente- a veces incluso surrealista- que desconcierta a los oyentes y pone de manifiesto hasta qué punto el reino de Dios representa una alternativa radical a las ideas convencionales. El valor de las parábolas es que son la vida misma hecha pedagogía.

En todas las parábolas se destaca la pequeñez de los comienzos; y el crecimiento progresivo del Reino; su fuerza regeneradora para los que corresponden al llamado que Dios hace a la conversión y a la salvación. Si Jesús es el Mesías, su Reino es un reino para quienes quieren ser salvados: sus parábolas enseñan cómo debe actuar una persona para entrar al Reino de Dios y, a la vez, revela misterios o elementos del Reino.

 

EL ANUNCIO DEL REINO: LOS MILAGROS

Jesús realizó numerosos milagros, y así lo reconocieron incluso sus propios enemigos (Mc 3, 22). Conviene precisar que no debemos imaginarlos necesariamente en el sentido moderno de fenómenos que contradicen las leyes de la naturaleza, porque los antiguos desconocían la existencia de tales leyes.

De hecho, si tradujéramos literalmente el griego del Nuevo Testamento veríamos que los evangelios en vez de la palabra “milagros” hablan de “pujanza” (dynamis) y de “signos” (semeia); es decir pujanza y signos del Reino de Dios. Lo muestra muy bien la siguiente escena: Juan Bautista envió unos discípulos a preguntar a Jesús si era Él quien traía consigo el Reino de Dios, y Jesús se limitó a contestar: “Cuenten a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizadores” (Lc 7, 18- 23).

Las curaciones realizadas por Jesús muestran la pujanza del Reino de Dios, y lo mismo ocurrió cuando multiplicó los panes para saciar el hambre a la multitud. El evangelio de Marcos encuadra muy bien dicho acontecimiento, indicando que, mientras Herodes ofrece un banquete “a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea” (Mc 6, 21), Jesús, en el desierto, da pan a los pobres (Mc 6, 31-44) porque ellos son los principales destinatarios del Reino de Dios. “Bienaventurados los pobres, porque suyo es el Reino de Dios” (Lc 6, 24).

Mencionemos todavía un último milagro: la conversión del agua en vino ocurrida en Caná (Jn 2, 1- 11). A diferencia del pan, el vino no es imprescindible para vivir, pero en su justa medida alegra la vida: “Ofrece licor al desgraciado, vino al que se siente abatido” (Prov 31, 6). Jesús quiso que este fuera su primer milagro para ofrecer un signo (Jn 1, 11) de la alegría que acompaña la llegada del Reino de Dios.



¿CUÁLES SON LOS VALORES DE LA MORAL CRISTIANA?

 

LA BUENA NOTICIA DEL REINO DE DIOS

Las acciones y la predicación de Jesús giran en torno al Reino de Dios. Todas sus decisiones morales tienen como horizonte este reinado y con ese propósito anuncia que dicho Reino ya ha llegado.

No es fácil describir en qué cosiste el Reino de Dios, entre otras razones, porque no existe en nuestro mundo una realidad parecida. Cuando Jesús habla del Reino, no se refiere a un reino como habitualmente se entiende hoy, es decir, un lugar en el que gobierna un rey (en este caso, Dios), más bien, en donde se permite al Espíritu Santo actuar amorosamente en la historia de la humanidad para que el ser humano viva como corresponde a su dignidad humana, y a su imagen y semejanza divina.

EL REINO EXPRESADO  EN PARÁBOLAS

Para describir qué es el Reino de Dios, Jesús, siguiendo la costumbre de su pueblo, se sirve de parábolas, que son narraciones que utilizan hechos de la vida real para explicar una situación más profunda. De este modo, su mensaje lo comprendería el mayor número de personas, especialmente la gente más sencilla. Entre las conclusiones que podemos extraer de las parábolas que narra Jesús señalamos estas:

·         El reino de Dios para su establecimiento, encuentra obstáculos que, sin embargo, son vencidos, de modo que el reino va arraigando con fuerza. Así lo muestra la Parábola del Sembrador.

·         Los comienzos del Reino no son espectaculares, al contrario, son sencillos y poco visibles. Esto no impide su desarrollo glorioso al final de los tiempos. Así lo muestran las parábolas del grano de mostaza y de la levadura.



UN FUTURO Y UN PRESENTE

Cuando los fariseos preguntan a Jesús cuándo va a llegar ese Reino, Él responde: “ya está entre vosotros” (Lc 17, 21). Lo que esta expresión significa es que el Reino ya está actuando entre las personas; que acogen las palabras de Jesús y las ponen en práctica. Esa es la salvación que Dios había prometido.

Es cierto que solo se realizará de forma plena y definitiva al final de los tiempos, pero el trabajo para su crecimiento tiene lugar “hoy”; para eso, hace falta nacer de nuevo del agua y del Espíritu (Jn 3, 5) y que de este modo muera el hombre viejo para que nazca el nuevo (Ef 4, 22-24).

El hombre viejo representa todas aquellas acciones o actitudes que son opuestas a la moral cristiana y que por lo tanto impiden la experiencia del Reino de Dios. En palabras de San Pablo, son las cosas que hacemos movidos por el egoísmo; en cambio, el hombre nuevo es aquel para quien su razón primera de su forma de ser en el mundo es amar. Quien desea nacer como hombre nuevo, es como aquel terreno en el que la semilla crece y da frutos, ciento, sesenta o treinta, según la disposición de cada uno a vivir ese Reino.

No es fácil “dar a luz” a este hombre nuevo, y justo por eso Jesús hace la promesa de enviar el Espíritu Santo, quien mueve la voluntad de las personas y la fortalece para ellas que puedan vivir a la manera de Jesús.

LOS VALORES QUE JESÚS VIVE Y PROPONE

Dios sólo tiene la posibilidad de amar. Así lo transmite el Apóstol Juan cuando, luego de haber vivido con Jesús, aprendió de Él que Dios es amor (1 Jn 4, 8). Veía, que Jesús se sentía profundamente amado por Dios y por esa razón buscaba siempre cumplir su Voluntad de amar sin medida a los demás. Tal era la forma perfecta de responder al amor divino.

Su misión se convirtió entonces en una figura muy concreta a la que llamó Reino de Dios y que no era otra cosa que mover a los hombres y las mujeres a dejarse amar por Dios y que luego ellos fueran a amar también a los demás; entonces llegaría la salvación definitiva. En consecuencia, en la conciencia de Jesús, la escala de valores giraba en torno al amor que Dios da a la humanidad; un amor que es servicio, misericordia, entrega.

AMAR, UN MENSAJE SUBRAYADO



Cuando los fariseos preguntaron a Jesús cuál era el mandamiento más importante, Jesús no dudó en responder: Amar a Dios y amar al prójimo como a sí mismo. Jesús no hizo más que explicar lo que Él mismo vivía: un inmenso amor a Dios que se manifestaba en amor a todos los hombres y mujeres que le rodeaban. En su vida, estos dos amores estaban completamente unidos.

Ya Jesús había contestado a esta pregunta con su actitud de vida, desviviéndose por procurar el bienestar del pueblo de Israel y sobre todo el de aquellos que eran víctimas de algún tipo de exclusión social; esos que no podían gozar de su dignidad de persona y de hijo de Dios; una dignidad que el Padre da a todas las personas sin distinción.

En conclusión, las palabras y acciones de Jesús tienen la fuerza necesaria para reivindicar lo que las estructuras sociales habían oprimido; ellas demuestran su autoridad de Hijo de Dios, al punto que luego Pedro confesará “solo tu tienes palabras de vida eterna” (Jn 6, 68).

LAS BIENAVENTURANZAS

El retrato de la persona de vive el amor según los deseos de Dios y apto para su reino está en las bienaventuranzas. Son el reflejo de lo que vivió Jesús, que fue pobre, misericordioso, humilde, justo, hizo la voluntad de Dios, trabajó por la paz y fue perseguido. Las bienaventuranzas son el modelo de felicidad profunda que Jesús ofrece a todos los que le siguen, pues son la expresión máxima de la libertad que deben vivir los hijos de Dios.

MORAL CRISTIANA, MORAL DE JESÚS

La fe es una relación de amistad con Jesucristo. La fe no es creer en algo sino en alguien. Creer en algo, en ideas, valores, ideales, es tener una creencia. Creer en alguien es tener fe en él, confiar en él. La fe es una respuesta libre a la llamada de Dios que lleva la iniciativa que busca el encuentro.

El deseo de felicidad que tiene todo hombre y mujer es la primera llamada que Dios les hace. Pero después hay otras muchas que llegan a la persona por medio de las circunstancias de la vida, de otras personas, de la palabra de Dios, de la Iglesia, etc, que hacen presente a Jesucristo, Dios llama a cada persona y también da la fuerza necesaria para seguir a Jesús, respetando siempre su libertad.

¿EN QUÉ SOCIEDAD VIVIÓ JESÚS?


 UN PEQUEÑO PAÍS

Palestina es una pequeña franja de tierra junto al Mediterráneo oriental con la forma de un trapecio con una distancia de unos 250 km de norte a sur. El mar mediterráneo lo limita al oeste y el valle del río Jordán al este. Su orografía es muy accidentada, tiene una fértil llanura costera, la región montañosa central destacando el monte Hebrón y el monte Tabor. También se encuentra el valle de la depresión del Rio Jordán que está 392 m bajo el nivel del mar, y la meseta de Transjordania. El clima y el paisaje son mediterráneos, se cultivan cereales, vides, olivos e higueras y dátiles.

FORMADO POR TRES REGIONES: Palestina estaba dividida en tiempo de Jesús en siete regiones. Las más conocidas son:

Galilea: al norte. Era la región más rica y fértil de palestina. Sus habitantes vivían de la agricultura, el comercio y la pesca en el lago Tiberíades. Entre sus ciudades se encuentran Cafarnaúm, Betsaida, Naín, Caná y Nazaret.

Samaría, en el centro. Era también una región fértil, pero más pobre que Galilea. Sus principales ciudades eran Samaria y Cesarea. Sus habitantes los samaritanos vivían en conflicto con los judíos.

Judea: al sur. Era la región más extensa y pobre de Palestina. En ella estaba la ciudad de Jerusalén, de gran importancia religiosa, ya que en ella se encuentra el templo, centro de peregrinación pata todos los judíos. Otras ciudades importantes eran Belén, Emaús y Jericó.

SOMETIDO A ROMA:

La historia política de Palestina fue muy agitada: guerras, saqueos, deportaciones y destierros fueron frecuentes.  En el año 63 a. C, Pompeya conquistó Jerusalén, y Palestina se convirtió en una provincia romana. Palestina era una provincia sin importancia, en la periferia y un gobernador la representaba ante el poder central de Roma. En tiempo de Jesús, el gobernador romano era Poncio Pilato. Cuando Jesús nació, gobernaba en Roma el emperador Octavio Augusto y cuando murió, el emperador era Tiberio. Roma procuraba respetar las costumbres propias (religión, lengua…) del pueblo judío. Asimismo, se sirvió de reyes locales a quienes convirtió en vasallos. Fue el caso del rey Herodes el Grande (del 37 al 4 a. C.) o de sus hijos Arquelao, Herodes Antipas y Filipo.



GRUPOS SOCIALES:

Fariseos: Eran hombres piadosos que conocían bien la ley y la cumplían, pero también rechazaban a quienes no la cumplían tal y como ellos entendían que debían hacerlo.

Sacerdotes: Formaban un grupo numeroso encargado de atender al templo y su culto. Vivían de las ofrendas que se realizaban y de oficios que buscaban por su cuenta.

Escribas o maestros de la ley. Su misión consistía en explicar y actualizar la ley. Se les llamaba rabbí que significa “maestro mío”. Algunos de ellos pertenecían al grupo de los fariseos.

Zelotes: Eran un movimiento extremista y armado. Pertenecían a las capas más pobres del pueblo. Algunos siguieron a Jesús como Simón el Zelote. Pretendían liberar al pueblo de los romanos por la fuerza.

Campesinos. Son los habitantes de aldeas rurales a los que en las ciudades se les consideraba rudos e ignorantes. Su objetivo fundamental era sobrevivir, después de pagar todos los impuestos, dar de comer a su familia y a los animales y guardar semilla para la siembra el próximo año.

LOS DIRIGENTES: La autoridad suprema, tal como hemos visto, la tenía Roma que hacía valer su poder con sus legiones asentadas en la zona y las de refuerzo que rápidamente hacía llegar en los momentos de rebelión.

El sanedrín. Era el grupo de dirigentes propiamente judíos. Era la máxima institución de auto gobierno del pueblo judío en tiempos de Jesús. Estaba formado por 71 varones, elegidos entre los ancianos, sacerdotes y escribas o doctores de la ley.  Legislaba en los asuntos religiosos y en algunos civiles y tenía poder ejecutivo, si bien estaba sometido al poder de Roma. Estaba presidido por el sumo sacerdote.

Los sumos sacerdotes. Era la aristocracia del sanedrín. Este grupo lo constituía el sumo sacerdote del momento, los que habían tenido este cargo y los encargados en el templo del tesoro y del orden. El sumo sacerdote era el responsable del culto en las fiestas importantes del pueblo judío.

Saduceos. Pertenecían a la clase alta de la sociedad. En lo religioso, eran muy conservadores; y, en lo político, colaboraban con los romanos.

LA FE DEL CREYENTE JUDÍO:

El pueblo Judío, al que Jesús pertenecía, era profundamente religioso, sus costumbres estaban impregnadas de creencias y normas religiosas.

Un Dios. El judío creía en la existencia de un solo Dios, Yahvé.

Un pueblo. Los judíos estaban convencidos de que Israel era el pueblo elegido por Dios con el que estableció un pacto, una Alianza.

Una ley. Para los judíos, Dios había revelado su voluntad al pueblo mediante una ley que todos debían cumplir, la Ley o la Torá.

LAS NORMAS: Además de estas creencias, los judíos tenían una serie de obligaciones y ritos que cumplir:

La ley religiosa. La ley diría la vida religiosa, moral y civil de los judíos. Para ellos la ley expresaba la voluntad de Dios. El trabajo de interpretación de la ley escrita era realizado por los escribas.

El sábado, día en que los judíos descansan en recuerdo del día que descansó Dios tras la creación del mundo (Gn 2, 2). Es un día de descanso estricto para alabar a Dios.

La circuncisión es un rito que se realiza a los varones recién nacidos, el octavo día de vida, y es signo de pertenencia al pueblo de Israel. Tiene su origen en la alianza de Dios con Abraham, porque se estableció como signo de la misma (Gn 17, 1-12).

LAS FIESTAS

Las fiestas más importantes para los judíos eran:

· La fiesta de Pascua. Duraba ocho días y reunía a miles de peregrinos en Jerusalén para conmemorar la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto.

· Las fiestas de Pentecostés. Es una fiesta de acción de gracias al finalizar la cosecha. Conmemora la alianza de Dios con su pueblo en el Sinaí.

· Las fiestas de las Tiendas o de las Chozas. Esta celebración recuerda la costumbre establecida por la ley de Levítico 23, 40.

LOS LUGARES SAGRADOS:

El templo. El gran templo de Jerusalén simboliza la presencia permanentemente de Dios en medio de su pueblo. Allí se celebraba, a diario, el culto de Yahvé.

Las sinagogas. La palabra “sinagoga” significa reunión de los creyentes. También se llama así al lugar dónde se reúnen para rezar y leer el Torá o libro de la Ley.

 

LOS EXCLUIDOS:

Los extranjeros: El pueblo de Israel marginaba a las personas según consideraba elegidas o no por Dios, incorporadas a la alianza o no.

Los gentiles, como se llamaba a los que no eran judíos, sufrían rechazo y se procuraba no mezclarse con ellos. Todos los extranjeros eran vistos como inferiores.

Los samaritanos eran que no habían mantenido la pureza de la alianza. Eran mal considerados por los judíos porque en tiempos pasados se habían mezclado con pueblos invasores y se habían dejado contaminar por sus costumbres.

LOS ENFERMOS

En la mentalidad antigua, tener salud era sinónimo de estar bendecido por Dios y no tenerla suponía una maldición, estar rechazado por Dios.

Eran considerados enfermos especialmente los leprosos, los enfermos mentales (calificados como posesos) y aquellos que presentan algún tipo de minusvalía como los ciegos o los paralíticos. Todos ellos, además de su enfermedad, tenían que padecer el aislamiento y el rechazo por ser considerados merecedores de la maldición de su enfermedad. Y, en caso de ser evidente su inocencia, como en el caso de los niños, se pensaba que los que habían pecado o roto la Alianza eran sus padres.

LOS PECADORES Y LOS PUBLICANOS

Los que tenían un comportamiento moral inapropiado, los pecadores públicos, eran marginados: ladrones, adúlteras, prostitutas, etc.

Igualmente sufrían el rechazo algunos oficios, como los pastores, de los que se desconfiaba por tener fama de ladrones. Pero, ante los más odiados, estaban los publicanos o cobradores de impuestos que cometían muchos abusos y colaboraban con Roma. Entre estos recaudadores, ricos y con poder, estaban los jefes de los publicanos que eran odiados también pero que a la par eran temidos por estar protegidos más directamente por Roma interesada en llenar las arcas imperiales.

LAS MUJERES

La sociedad era dominada por los varones. La mujer no tenía derechos civiles. Dependía totalmente de su padre hasta que contraía matrimonio, en torno a los 12-14 años. A partir de entonces, pasaba a depender totalmente del marido que la poseía como una propiedad más. La función social de la mujer era tener hijos y servir al varón fielmente.

La mujer tampoco tenía derechos religiosos, era considerada fuente peligrosa de tentación y pecado, se le asociaba a Eva que provocó la caída de Adán al ofrecerle el fruto prohibido. En los momentos de máxima impureza, en la menstruación y tras el parto, debía ser aislada. No podía participar plenamente en el culto de la sinagoga y, en el templo de Jerusalén, sólo accedían al atrio de los gentiles, no podían ir más allá.

Fuera del hogar la mujer “no existía”. No podía alejarse de la casa sin ir acompañada de un varón, no podía hablar en público con ningún hombre. Debía permanecer retirada y callada. Su testimonio no era aceptado como válido.

Si la mujer era ya de por sí discriminada, más lo eran las prostitutas y las adúlteras a las que se les añadía el rechazo por ser pecadoras públicas.

Jesús toma partido por los grupos excluidos de su época, se relaciona con los enfermos, publicanos, pecadores; son los preferidos del Reino de Dios, Al lado de Jesús, recuperan su dignidad que la sociedad les negaba.




¿QUÉ VIVENCIAS FAMILIARES TUVO JESÚS?

 LOS PADRES DE JESÚS

Cuando llegó el momento oportuno, Dios decidió entrar en la historia de su pueblo al enviar a su Hijo. Para hacerlo escogió una familia. Se fijó en dos jóvenes que estaban prometidos: María y José.

Los evangelios de Lucas y Mateo relatan cómo Dios, a través del ángel Gabriel, hace un anuncio desconcertante a María: “Concebirás y darás a luz un hijo al que pondrás por nombre Jesús. Él será grande, será llamado Hijo del Altísimo”.

Se trata de un anuncio sorprendente, María aún no está casada con José y la misión encomendada por el ángel excede sus posibilidades. A pesar de lo asombroso del anuncio, María confía plenamente en Dios y responde afirmativamente: “Aquí está la esclava del Señor, que me suceda cómo tú dices”. Dios confío en María  y María confió en Dios.

JOSÉ UN HOMBRE BUENO

El anuncio del ángel no solo sorprende a María, también provoca asombro en su prometido, José. Este que, según los evangelios, era un hombre justo, respeta a María y decide que su embarazo que de oculto para que nadie pueda hacerle daño.

Después de tomar esta decisión el ángel del Señor, en un sueño, le quita toda duda y lo invita a confiar en ella: “José, hijo de David, no temas aceptar a María como tu esposa, pues el hijo que espera viene del Espíritu Santo!.

Desde entonces José asume el cuidado de Jesús como un hijo propio. Gracias al sí de María y la acogida de José, Dios entra a formar parte de la familia humana. La familia concreta es el lugar elegido para hacerse uno de los nuestros: la Sagrada familia de José, María y Jesús.



UNA FAMILIA ENTRE MUCHAS

Nazaret era una pequeña aldea, de apenas unos trescientos habitantes en las laderas de Galilea. La economía era agrícola y se vivía de forma muy humilde. La vida de la familia de Jesús no fue muy distinta de la de otras familias que vivían por allí.

Los oficios posibles de aquel pueblo estaban muy relacionados con el entorno:

· Los hombres eran en su mayoría agricultores, ganaderos o pescadores.

·  Los artesanos se dedicaban principalmente a oficios de construcción, albañilería y carpintería. Los textos también hablan de bataneros o lavanderos y de alfareros.

·  Tejer y hacer cestos eran actividades domésticas de las mujeres.

·  Los pastores vivían fuera de los pueblos. Por la noche mientras uno de ellos montaba guardia, los animales de varios rebajos eran agrupados en sitio cerrado. Entretanto, los otros, dormían a alguna distancia, al abrigo de una tienda o de una choza de ramajes.

En contra de lo que se podía pensar, esta pequeña familia no vivía aislada, sino rodeada de parientes y otras familias. Había varias casas en torno a un patio donde se hacía la vida común. Todos eran una gran familia.

Cada sábado se reunían en la sinagoga para escuchar la Palabra de Dios y comentarla.

 

UN PADRE, EJEMPLO PARA JESÚS

De José sabemos que era un artesano, un carpintero albañil. Esta profesión lo obliga a recorrer las aldeas vecinas buscando trabajo. Con lo que le pagaban mantenía a su pequeña familia. Su ejemplo le sirvió a Jesús para crecer en la bondad y el respeto a la figura del Padre de todos, Dios.

Los cuatro evangelios solo hacen mínima referencia a José en los relatos del nacimiento, después desaparece y Jesús en su vida pública aparecerá acompañado de su madre y sus hermanos. A juicio de los expertos, esta ausencia pudo deberse al fallecimiento de José.

UNA JOVEN CAMPESINA

Tampoco tenemos mucha información de María. Como toda muchacha de Nazaret se encargaba de las labores de la casa y de educar a Jesús. Cada sábado acudía con su familia a la sinagoga para escuchar y meditar la Palabra.  Pero además sabemos que:

· Era una mujer con un rico mundo interior que guardaba las cosas en su corazón. Esa sensibilidad le permitió desarrollar un profundo espíritu de fe, espíritu que transmitió a su hijo en la infancia y que la ayudó a encontrar a Dios en la vida.

·  Estaba atenta a las necesidades de los demás y era solidaria con sus sufrimientos. Como madre estaba dispuesta a atender con generosidad a quien pudiera necesitar su ayuda.

·  Era una mujer fuerte, soportó el dolor propio y ajeno, y fue capaz de acompañar a su hijo en los momentos más difíciles.

JESÚS, UN NIÑO DE NAZARET

En este ambiente y en compañía de José y María creció Jesús. Cuando era niño compartió la vida cotidiana de los niños de Nazaret. Jugaba, obedecía a sus padres, ayudaba en casa, etc. Más tarde aprendió el oficio de su padre y le ayudaba en su trabajo.

No había libros; lo que Jesús aprendió lo hizo mediante la observación de la vida y gracias a la tradición oral. Con la guía de su madre y del Espíritu adquirió una profunda sabiduría del corazón. Cuando se convirtió en el Maestro, hablaba con autoridad.

No tuvo mujer, en contra de las costumbres de la época. Llegado el momento, abandonó el hogar y su familia para anunciar el reino de Dios.


MARÍA ELEGIDA DE DIOS

 

MARÍA, LA PUERTA POR LA QUE ENTRÓ DIOS AL MUNDO

Durante siglos, el pueblo de Israel deseó ardientemente la venida de un Mesías. Y Dios escoge a María para realizar su promesa y hacerse “Dios con nosotros”.

En ella encuentra a la persona que acoge totalmente la venida de Dios en su corazón y en su cuerpo, El “si” de María es como la puerta de entrada de Dios en nuestro mundo.



MARÍA MADRE DE DIOS

Dios se hizo hombre gracias a María, quien aceptó la invitación de Dios para ser la madre de Jesús. Cuando María dijo “si” en la Anunciación, Dios inició el camino para ser persona, y nació, vivió y murió como cualquier otro ser humano. Como madre e hijo María y Jesús tuvieron una relación especial. Los evangelios hablan poco de María, pero siempre está presente en los momentos más duros de la vida de Jesús.

MARÍA, UNA VIDA JUNTO A JESÚS

En los evangelios la encontramos siempre al lado de Jesús. María era una joven de Nazaret que recibe la visita de un ángel que le anuncia de parte de Dios que va a ser la madre de su hijo.

María dio a luz a Jesús. Lo cuidó, lo crió, lo educó y lo ayudó a ir creciendo, y como cualquier otro niño, Jesús permaneció bajo la obediencia de sus padres. (Lc 2, 51).

Pero la relación de María y Jesús era además una relación de fe. Esto se observa cuando Jesús a los doce años se separó de sus padres y se quedó en el templo de Jerusalen. Cuando lo encontraron, sus padres le preguntaron por qué se había quedado allí y Jesús les contestó que tenía que ocuparse de las cosas de su Padre. De esta manera, Jesús les dio a entender que la relación de María y José con él, además de la relación entre padres e hijo, debía ser una relación basada en la fe (Lc 2, 41-52).

Cuando Jesús ya adulto recorre Palestina anunciando el Reino de Dios, María también está junto a él. La vemos en las bodas de Caná o con otros discípulos durante su predicación.

La estrecha y especial relación entre Jesús y María volvió a ponerse de manifiesto en el momento final de la vida de Jesús, cuando María permaneció a su lado al pie de la cruz.

TRATAR LOS CONFLICTOS COMO OPORTUNIDAD