LA BUENA NOTICIA DEL REINO DE DIOS
Las acciones y la predicación de Jesús giran en
torno al Reino de Dios. Todas sus decisiones morales tienen como horizonte este
reinado y con ese propósito anuncia que dicho Reino ya ha llegado.
No es
fácil describir en qué cosiste el Reino de Dios, entre otras razones, porque no
existe en nuestro mundo una realidad parecida. Cuando Jesús habla del Reino, no
se refiere a un reino como habitualmente se entiende hoy, es decir, un lugar en
el que gobierna un rey (en este caso, Dios), más bien, en donde se permite al
Espíritu Santo actuar amorosamente en la historia de la humanidad para que el
ser humano viva como corresponde a su dignidad humana, y a su imagen y
semejanza divina.
EL REINO EXPRESADO
EN PARÁBOLAS
Para
describir qué es el Reino de Dios, Jesús, siguiendo la costumbre de su pueblo,
se sirve de parábolas, que son narraciones que utilizan hechos de la vida real
para explicar una situación más profunda. De este modo, su mensaje lo
comprendería el mayor número de personas, especialmente la gente más sencilla.
Entre las conclusiones que podemos extraer de las parábolas que narra Jesús
señalamos estas:
·
El reino de Dios para su establecimiento,
encuentra obstáculos que, sin embargo, son vencidos, de modo que el reino va
arraigando con fuerza. Así lo muestra la Parábola del Sembrador.
·
Los comienzos del Reino no son espectaculares,
al contrario, son sencillos y poco visibles. Esto no impide su desarrollo
glorioso al final de los tiempos. Así lo muestran las parábolas del grano de mostaza y de la levadura.
UN FUTURO Y UN PRESENTE
Cuando
los fariseos preguntan a Jesús cuándo va a llegar ese Reino, Él responde: “ya
está entre vosotros” (Lc 17, 21). Lo que esta expresión significa es que el
Reino ya está actuando entre las personas; que acogen las palabras de Jesús y
las ponen en práctica. Esa es la salvación que Dios había prometido.
Es
cierto que solo se realizará de forma plena y definitiva al final de los
tiempos, pero el trabajo para su crecimiento tiene lugar “hoy”; para eso, hace
falta nacer de nuevo del agua y del Espíritu (Jn 3, 5) y que de este modo muera el hombre viejo para que nazca el nuevo (Ef 4, 22-24).
El hombre viejo representa todas aquellas
acciones o actitudes que son opuestas a la moral cristiana y que por lo tanto
impiden la experiencia del Reino de Dios. En palabras de San Pablo, son las
cosas que hacemos movidos por el egoísmo; en cambio, el hombre nuevo es aquel para quien su razón primera de su forma de
ser en el mundo es amar. Quien desea nacer como hombre nuevo, es como aquel terreno en el que la semilla crece y da
frutos, ciento, sesenta o treinta, según la disposición de cada uno a vivir ese
Reino.
No es fácil
“dar a luz” a este hombre nuevo, y
justo por eso Jesús hace la promesa de enviar el Espíritu Santo, quien mueve la
voluntad de las personas y la fortalece para ellas que puedan vivir a la manera
de Jesús.
LOS VALORES QUE JESÚS VIVE Y PROPONE
Dios
sólo tiene la posibilidad de amar. Así lo transmite el Apóstol Juan cuando,
luego de haber vivido con Jesús, aprendió de Él que Dios es amor (1 Jn 4, 8).
Veía, que Jesús se sentía profundamente amado por Dios y por esa razón buscaba
siempre cumplir su Voluntad de amar sin medida a los demás. Tal era la forma
perfecta de responder al amor divino.
Su
misión se convirtió entonces en una figura muy concreta a la que llamó Reino de
Dios y que no era otra cosa que mover a los hombres y las mujeres a dejarse
amar por Dios y que luego ellos fueran a amar también a los demás; entonces
llegaría la salvación definitiva. En consecuencia, en la conciencia de Jesús,
la escala de valores giraba en torno al amor que Dios da a la humanidad; un
amor que es servicio, misericordia, entrega.
AMAR, UN MENSAJE SUBRAYADO
Cuando
los fariseos preguntaron a Jesús cuál era el mandamiento más importante, Jesús
no dudó en responder: Amar a Dios y amar al prójimo como a sí mismo. Jesús no
hizo más que explicar lo que Él mismo vivía: un inmenso amor a Dios que se
manifestaba en amor a todos los hombres y mujeres que le rodeaban. En su vida,
estos dos amores estaban completamente unidos.
Ya Jesús
había contestado a esta pregunta con su actitud de vida, desviviéndose por
procurar el bienestar del pueblo de Israel y sobre todo el de aquellos que eran
víctimas de algún tipo de exclusión social; esos que no podían gozar de su
dignidad de persona y de hijo de Dios;
una dignidad que el Padre da a todas las personas sin distinción.
En
conclusión, las palabras y acciones de Jesús tienen la fuerza necesaria para
reivindicar lo que las estructuras sociales habían oprimido; ellas demuestran
su autoridad de Hijo de Dios, al punto que luego Pedro confesará “solo tu
tienes palabras de vida eterna” (Jn 6, 68).
LAS BIENAVENTURANZAS
El
retrato de la persona de vive el amor según los deseos de Dios y apto para su
reino está en las bienaventuranzas. Son el reflejo de lo que vivió Jesús, que
fue pobre, misericordioso, humilde, justo, hizo la voluntad de Dios, trabajó por
la paz y fue perseguido. Las bienaventuranzas son el modelo de felicidad
profunda que Jesús ofrece a todos los que le siguen, pues son la expresión
máxima de la libertad que deben vivir los hijos de Dios.
MORAL CRISTIANA, MORAL DE JESÚS
La fe es
una relación de amistad con Jesucristo. La fe no es creer en algo sino en
alguien. Creer en algo, en ideas, valores, ideales, es tener una creencia.
Creer en alguien es tener fe en él, confiar en él. La fe es una respuesta libre
a la llamada de Dios que lleva la iniciativa que busca el encuentro.
El deseo
de felicidad que tiene todo hombre y mujer es la primera llamada que Dios les
hace. Pero después hay otras muchas que llegan a la persona por medio de las
circunstancias de la vida, de otras personas, de la palabra de Dios, de la
Iglesia, etc, que hacen presente a Jesucristo, Dios llama a cada persona y
también da la fuerza necesaria para seguir a Jesús, respetando siempre su
libertad.
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