DIOS NO ABANDONA A SU PUEBLO
El pueblo de Dios y sus reyes abandonaron a Dios continuamente. No hicieron caso de su palabra y su amistad y descuidaron los mandamientos. Pero, Dios no los abandonó y les envió a los profetas.
Los profetas empiezan a serlo cuando reciben la llamada de Dios, quien les pide que con sus palabras, sus gestos y su vida lo hagan presente en la vida del pueblo. La tarea de los profetas es recordar al pueblo y a sus reyes las exigencias de la alianza en cada momento de la historia.
LA VOZ DE DIOS
Dios elige a los profetas para que hable en su nombre. Ellos dedicarán su vida al cumplimiento de la misión encomendada por Dios. Para ello denunciarán los pecados del pueblo: la idolatría, la hipocresía y sobre todo, la injusticia con los pobres, las estructuras injustas de aquella sociedad y el abuso de los poderosos.
Los profetas no son adivinos del futuro; ellos deben cumplir dos funciones fundamentales:
Denunciar el abandono del camino que Dios quiere para la humanidad y, sobre todo, las injusticias que eso produce. Cuando el dinero y el poder se convierten en dioses, entonces el pobre es oprimido, el fuerte se apodera del débil, y el huérfano y la viuda viven en la marginación.
Proclama Dios nunca abandona al pobre y al desvalido, y anunciar la llegada del Mesías anunciado por Dios. El Mesías traerá la libertad y la salvación definitiva, tal como se la anunció a David. Los profetas trasmiten un mensaje un mensaje de esperanza a los que sufren, y a los pobres y desvalidos. Así, los profetas refuerzan la esperanza en el Mesías.
Los profetas son los "centinelas de la alianza", porque ponen de relieve las injusticias y vuelven a anunciar aquello que Dios prometió a Abraham, a Moisés y a David. En Jesús se cumplieron definitivamente todas esas promesas. Jesús fue el Mesías esperando que habían anunciado los profetas.
CONOCER A DIOS ES PRACTICAR LA JUSTICIA
Para los profetas, el culto a Dios y el cuidado de los excluidos son dos realidades son dos realidades inseparables. No hay alabanza a Dios sin compromiso por la justicia. El profeta Jeremías es muy claro en este aspecto: conocer a Dios es practicar la justicia.
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