El pueblo de Israel tiene conciencia de que la esencia de su religión se fundamente en la elección de Dios a su pueblo por medio de la Alianza.
Después de atravesar el Mar Rojo siguiendo a Moisés, los israelitas llegaron a un monte llamado Sinaí. Allí Dios hizo una alianza: le entregó a Moisés las tablas de la ley con los Diez Mandamientos. En ellos se condensa toda la normativa jurídica y moral que guiará la vida de los Israelitas.
Al darles estos mandamientos, Dios se comprometía a amar y cuidar a su pueblo, como lo hace un esposo con su esposa, para que pudieran vivir y ser felices en la tierra que el Señor les había prometido.
Por su parte, los israelitas aceptaron la Alianza que Dios les proponía. En realidad, el Señor les había demostrado claramente lo mucho que les quería, ya que les ayudaba siempre que tenían dificultades. Por todo ello, los israelitas se comprometieron a amar a Dios y a obedecerle como unos hijos a su padre, cumpliendo los Mandamientos que les habían sido entregados.
DECÁLOGO Y ALIANZA
El decálogo se comprende a la luz de la Alianza en la que Dios se revela dando a conocer su voluntad. Al guardar los Mandamientos el pueblo expresa su pertenencia a Dios y responde con gratitud a su amor.
El don de los Mandamientos de la ley forma parte de la Alianza sellada por Dios con los suyos. Según el libro del Éxodo, la revelación de las diez palabras es concedida entre la proposición de la Alianza y su ratificación, después de que el pueblo se comprometió a hacer todo lo que el Señor había dicho y a obedecerlo. El decálogo no es trasmitido sino tras el recuerdo de la Alianza.
Los Mandamientos reciben su pleno significado en el interior de la Alianza. Según la escritura el obrar moral del hombre adquiere too su sentido en y por la Alianza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario