BLANCA OLAYA

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Este es un espacio exclusivo de temáticas de Educación Religiosa, teniendo en cuenta que se ha tenido que trabajar desde casa en tiempos del coronavirus. El contenido del blog está tomado de la colección Emaús, camino de esperanza, de Educación Relgiosa. La finalidad es facilitar el acceso de los estudiantes a estos conocimientos en estos tiempos cuando la pandemia nos ha tenido confinados.

jueves, 4 de junio de 2020

VOCACIÓN Y PROFESIÓN

La conciencia marca la diferencia entre los animales y las personas. En la conciencia el ser humano siente que es persona con poder de decidir cómo quiere ser y escoge el camino que considera más adecuado para lograrlo.

LA VOCACIÓN
El ser humano es libre para elegir su propio proyecto de vida. La razón de optar por un determinado proyecto de vida es responder a la propia vocación. Esa palabra viene del latín vocatus, que quiere decir llamado y alude a que todo ser humano es llamado para consagrarse a una determinada misión. El no creyente considera que la llamada procede del fondo de sí mismo; y lleva razón, aunque sea una razón incompleta.
El cristiano cree que detrás de esa llamada procedente del fondo de uno mismo está Dios y, por lo tanto, la vocación no se elige; se descubre y se acepta. 
En la vocación cristiana confluyen el don gratuito de Dios y la libertad responsable del ser humano. En el pasado era frecuente aplicar la palabra vocación únicamente al sacerdocio, la vida religiosa y otras formas de consagración laical.  El matrimonio se entendía como el camino que seguían quienes "no tenían vocación". Sin embargo, el Concilio Vaticano II lo calificó también como "vocación cristiana" (Gaudium et Spes. n. 49b). Es más, el Papa Juan Pablo II, en un documento sobre las familias, declaró: "El amor es la vocación fundamental e innata de todo ser humano." (Familiaris Consortio. n. 11). El amor es la vocación de los casados y los no casados, de los creyentes y los no creyentes.

Las personas que no viven lo que hacen como una verdadera vocación se caracterizan porque su vida no tiene unidad, no saben distinguir lo esencial de lo accesorio, y, en definitiva, carecen de ilusión. En consecuencia, es fundamental para todo ser humano descubrir la misión a la que debe consagrar su vida, intereses, valores y capacidades individuales. La persona se sentirá muy satisfecha; habrá encontrado un lugar en el mundo, si responde al llamado, a la vocación a servir, no a sí mismo sino al otro, servir en el mundo, en la creación.
Pero la respuesta nunca es obligada, es un llamado, al que se debe responder con libertad y responsabilidad. Dios, como se expresa en la Biblia, respeta la libertad que concede al hombre; llama, pero no obliga.

UNA CREACIÓN INCOMPLETA
Durante los siglos, los cristianos han entendido que la creación no está del todo acabada. Dios dejó inacabada su obra para que el ser humano pudiera colaborar en perfeccionarla.
No está acabada porque quedan muchas cosas por hacer: la distribución de la riqueza, los remedios contra las enfermedades, la recreación de la belleza, el conocimiento de los misterios que la vida esconde, la convivencia pacífica entre los pueblos...
El trabajo es una condición necesaria para conseguir nuestra realización como personas y para transformar la realidad continuando la obra creadora de Dios. Ha de hacerse en condiciones en las que se salvaguarde la dignidad de cada persona y debe organizarse de manera que se consiga la justa distribución de los bienes destinados universalmente a todos.

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