En su obra Las semillas de la violencia, el psicólogo Luis Rojas Marcos afirma que todos los seres humanos nacemos con las simientes de la bondad, la racionalidad, la tolerancia, la compasión y la generosidad, pero también venimos al mundo con las semillas del disparate, del odio, de la xenofobia, la agresión y la crueldad. Dependiendo de la calidad del medio, estos granos pueden mantenerse latentes y o germinar con fuerza, pueden morir o florecer. Un axioma básico sobre el desarrollo de la personalidad es que el amor engendra más amor y la violencia engendra más violencia.
LA GUERRA UN MAL INTOLERABLE
Para el pensamiento cristiano, la guerra es un mal que no corresponde a la naturaleza del hombre como ser racional y sociable; un atropello contra los Derechos Humanos y contra Dios. Es una acción contraria al ejemplo de mansedumbre de Jesucristo y su actitud de reconciliación. Dadas las espantosas consecuencias que hoy puede provocar un conflicto bélico, la guerra es un mal intolerable.
UN ATROPELLO CONTRA DIOS Y CONTRA EL SER HUMANO
Todo tipo de violencia brota del egoísmo que impulsa a las personas a actuar de manera contraria a la nobleza. El egoísmo es opuesto al amor y las actitudes que este verbo comporta, por eso, cada vez que el ser humano actúa con violencia, se hace daño a sí mismo, a los demás y rompe su amistad con Dios.
Una muestra de la violencia a gran escala son el terrorismo, los secuestros y la tortura, acciones que son "gravemente contrarias a la justicia y a la caridad" e incompatibles con el mensaje cristiano.
Así mismo, la carrera de armamentos es considerada por la iglesia como un escándalo intolerante por emplear recursos ingentes al servicio de la muerte en vez de al servicio de la vida.
EL CAMINO DE LA PAZ
A ejemplo de Jesús, los cristianos rompen la espiral de la violencia devolviendo bien por mal, poniendo la otra mejilla como respuesta a la agresión.
Quienes reciben en su corazón la buen noticia del Reino adquieren una visión del mundo y de la vida; experimentan el perdón y el amor de Dios que les hace, a su vez, capaces de perdonar y amar a los hombres como ellos mismos son amados y respetados. Jesús exhorta a sus discípulos a amar a sus enemigos, a ser buenos con todos más allá de los límites de las exigencias y los derechos: "Sean misericordiosos como el Padre de ustedes es misericordioso; perdonen y serán perdonados; porque con la medida con que ustedes midan así serán medidos" Lc 6, 36- 38.
El mensaje de Jesús suscita el rechazo de toda violencia y el compromiso de trabajar por la paz. Esta no consiste solo en la ausencia de guerra, sino en superar sus causas, tales como el odio y el rencor, la carrera de armamentos, la violencia social e institucional y los extremismos.
Para ello, no hay otro camino que la justicia y la solidaridad, la libertad y el diálogo, el respeto a los valores humanos y la defensa de los más débiles y necesitados de la sociedad.
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