BLANCA OLAYA

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Este es un espacio exclusivo de temáticas de Educación Religiosa, teniendo en cuenta que se ha tenido que trabajar desde casa en tiempos del coronavirus. El contenido del blog está tomado de la colección Emaús, camino de esperanza, de Educación Relgiosa. La finalidad es facilitar el acceso de los estudiantes a estos conocimientos en estos tiempos cuando la pandemia nos ha tenido confinados.

domingo, 12 de abril de 2020

LA CONCIENCIA Y SU PROTAGONISMO

LA CONCIENCIA GUÍA LA LIBERTAD


Se nace con la capacidad de ser libre, pero la libertad hay que buscarla y trabajarla. En este proceso es fundamental la formación de la conciencia.
Ella se da al interior de la persona. Allí perciben las llamadas de la vida, se valoran y se decide darles respuesta.  Cuando decimos que hay que actuar a conciencia queremos decir que la persona siempre tiene que decidir y obrar de acuerdo con lo que le diga su conciencia.  En otras palabras, es decir, actuar con responsabilidad.


Percibir las llamadas

El primer paso para formar la conciencia es aprender a escuchar.  Es necesario identificar bien las llamadas que se reciben, quién o qué me está llamando: un objeto que necesito y deseo, un amigo que requiere ayuda, involucrarme en el club deportivo del barrio, etc.
Si la llamada proviene de una persona o de mí mismo, debo preguntarme hacia dónde me quiere llevar esa llamada y por qué.

Valorar y decidir

Además de escuchar, yo debo valorar la llamada. Para ello he de tener criterios. ¿Dónde encontrarlos?
  • En las normas. En la sociedad existen normas que orientan el comportamiento. Son necesarias para la vida, porque indican por dónde debemos buscar lo bueno y lo valioso. Sin embargo, las normas son, insuficientes porque no existen normas para todas las situaciones, y algunas veces, las normas se trasgreden para conseguir un bien mayor.
  • En los valores. Las normas están al servicio de los valores. Un valor es una cualidad que poseen las cosas o las situaciones y que nos las hace significativas en cuanto a la felicidad. Así, decimos que la justicia es valor. Necesitamos interiorizar en nuestra conciencia los valores y decidir de acuerdo a ellos. 
Cultivar actitudes

Siempre, ante una determinada llamada, me debo preguntar: ¿Hay alguna norma que me oriente en la dirección correcta? ¿Qué valor me propone esta llamada? ¿Este valor es positivo para mí y para los demás? ¿Entra este valor en contradicción con otros valores que yo considero importantes? ¿Qué consecuencias puede tener la respuesta que dé a la llamada?
Cuando tenemos claro qué valores son importantes para nosotros, actuamos con concordancia. A eso se llama cultivar actitudes. Una actitud es la disposición habitual a actuar de una determinada manera, según un valor específico. Por ejemplo, decimos que una persona es servicial cuando se preocupa por atender a un enfermo, un anciano, resolver un problema ajeno, compartir su tiempo con sus amigos...
Cuando una persona forma su conciencia, actúa de manera libre y responsable.  La responsabilidad es saber explicar por qué se actúa de una determinada manera, y asumir las consecuencias de lo que se hace.
Somos más responsables y libres cuando nos ocupamos del bienestar del prójimo. Por eso, la norma máxima del cristianismo es el amor a los demás, incluso, si esos otros no nos agradan o nos han hecho daño, pues como amar implica dar libremente, el amor al enemigo resulta ser la mayor experiencia de libertad y de una vida de acuerdo a las virtudes.


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