Se nace con la capacidad de ser libre, pero la libertad hay que buscarla y trabajarla. En este proceso es fundamental la formación de la conciencia.
Ella se da al interior de la persona. Allí perciben las llamadas de la vida, se valoran y se decide darles respuesta. Cuando decimos que hay que actuar a conciencia queremos decir que la persona siempre tiene que decidir y obrar de acuerdo con lo que le diga su conciencia. En otras palabras, es decir, actuar con responsabilidad.
Percibir las llamadas
El primer paso para formar la conciencia es aprender a escuchar. Es necesario identificar bien las llamadas que se reciben, quién o qué me está llamando: un objeto que necesito y deseo, un amigo que requiere ayuda, involucrarme en el club deportivo del barrio, etc.
Si la llamada proviene de una persona o de mí mismo, debo preguntarme hacia dónde me quiere llevar esa llamada y por qué.
Valorar y decidir
Además de escuchar, yo debo valorar la llamada. Para ello he de tener criterios. ¿Dónde encontrarlos?
- En las normas. En la sociedad existen normas que orientan el comportamiento. Son necesarias para la vida, porque indican por dónde debemos buscar lo bueno y lo valioso. Sin embargo, las normas son, insuficientes porque no existen normas para todas las situaciones, y algunas veces, las normas se trasgreden para conseguir un bien mayor.
- En los valores. Las normas están al servicio de los valores. Un valor es una cualidad que poseen las cosas o las situaciones y que nos las hace significativas en cuanto a la felicidad. Así, decimos que la justicia es valor. Necesitamos interiorizar en nuestra conciencia los valores y decidir de acuerdo a ellos.
Cultivar actitudes
Siempre, ante una determinada llamada, me debo preguntar: ¿Hay alguna norma que me oriente en la dirección correcta? ¿Qué valor me propone esta llamada? ¿Este valor es positivo para mí y para los demás? ¿Entra este valor en contradicción con otros valores que yo considero importantes? ¿Qué consecuencias puede tener la respuesta que dé a la llamada?
Cuando tenemos claro qué valores son importantes para nosotros, actuamos con concordancia. A eso se llama cultivar actitudes. Una actitud es la disposición habitual a actuar de una determinada manera, según un valor específico. Por ejemplo, decimos que una persona es servicial cuando se preocupa por atender a un enfermo, un anciano, resolver un problema ajeno, compartir su tiempo con sus amigos...
Cuando una persona forma su conciencia, actúa de manera libre y responsable. La responsabilidad es saber explicar por qué se actúa de una determinada manera, y asumir las consecuencias de lo que se hace.
Somos más responsables y libres cuando nos ocupamos del bienestar del prójimo. Por eso, la norma máxima del cristianismo es el amor a los demás, incluso, si esos otros no nos agradan o nos han hecho daño, pues como amar implica dar libremente, el amor al enemigo resulta ser la mayor experiencia de libertad y de una vida de acuerdo a las virtudes.
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